En el S. XI , un monje llamado Guido D'Arezzo ideó una forma de conservar las músicas religiosas por escrito, en partituras. La altura de las notas se representaba en un TETRAGRAMA, es decir, en una especie de pentagrama con solo cuatro líneas y con las notas en forma cuadrada. En la partitura de abajo puedes ver la notación neumática de arriba que resultaba imprecisa y la misma música en el tetragrama, siendo más fácil de leer que la anterior.
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